No
obstante, aquella noche pronunciamos el
más formidable de los juramentos,
y a la siguiente dieron principio nuestras
nocturnas correrías. En ella nuestro
misterioso jefe marchaba siempre delante
de todos. Ni el fuego le ataja, ni los peligros
le intimidan, ni las lágrimas le
conmueven. Nunca despliega sus labios; pero
cuando la sangre humea en nuestras manos,
como cuando los templos se derrumban calcinados
por las llamas; cuando las mujeres huyen
espantadas entre las ruinas, y los niños
arrojan gritos de dolor, y los ancianos
perecen a nuestros golpes, contesta con
una carcajada de feroz alegría a
los gemidos, a las imprecaciones y a los
lamentos.
Dennoch
schworen wir in jener Nacht den schrecklichsten
Eid, und daraufhin begannen unsere nächtlichen
Beutezüge. Dabei marschierte unser geheimnisvoller
Chef immer vor allen her. Weder das Feuer
hemmt ihn, noch schrecken ihn die Gefahren
ab, und auch Tränen erweichen ihn nicht.
Niemals öffnet er seine Lippen; aber
wenn das Blut in unseren Händen dampft,
wenn die Tempel, durch die Flammen eingeäschert,
zusammenstürzen, wenn die entsetzten
Frauen durch die Ruinen fliehen und die Kinder
Schmerzensschreie ausstossen und die Alten
durch unsere Schläge sterben, dann antwortet
er auf die Seufzer, die Verwünschungen
und das Jammern mit einem Gelächter grausamer
Freude.