Cuando
la respetable comitiva llegó al macizo
arco que daba entrada al edificio, un hombre
pálido y descompuesto se arrojó
al suelo en presencia de los aturdidos circunstantes,
exclamando con lágrimas en los ojos:
-¡Perdón, señores, perdón!
-¡Perdón! ¿Para quién?
-dijeron algunos-; ¿para el diablo
que habita dentro de la armadura del señor
del Segre?
-Para mí -prosiguió con voz
trémula el infeliz, en quien todos
reconocieron al alcaide de las prisiones-,
para mí... porque las armas... han
desaparecido.
Als
das würdige Gefolge beim massiven Eingangsbogen
des Gebäudes ankam, stürzte sich
ein bleicher und fassungsloser Mann in Gegenwart
der verwirrten Umstehenden auf den Boden
und rief mit Tränen in den Augen: "Verzeiht, Ihr Herren, verzeiht!"
"Verzeiht! Wem?", sagten einige,
"dem Teufel, der in der Rüstung
des Herrn des Segre wohnt?"
"Mir", fuhr der Mann, in dem
alle den Gefängniswärter wiedererkannten,
mit zitternder und unglücklicher Stimme
fort, "mir... denn die Rüstung...
ist verschwunden."